LA NOVELA: EL SUEÑO REVELADO

LA NOVELA: EL SUEÑO REVELADO

VAMOS A CREAR UNA HISTORIA

 (Del libro «Cómo se escribe una excelente novela» de Estela Lo Celso)

Desde que el hombre es hombre, ha necesitado contar a sus semejantes historias, anécdotas, hechos que le han ocurrido o sucesos que ha imaginado… ¿Quién no se ha sentido hechizado alguna vez por la magia de las leyendas? En algún momento nos habremos sentado a escuchar historias que nos han transportado a lugares lejanos, a tiempos míticos… todo ello gracias a un narrador que nos ha hecho soñar con fantásticos héroes que corrían mil aventuras en lugares y tiempos maravillosos.
Sherezade, la heroína de ―Las mil y una noches‖ para no morir decapitada, narró maravillosas historias. Apeló a todo su ingenio narrativo para crear un clima de gran tensión y distraer al rey de su propósito. Los relatos siempre surgían uno del otro como si los sacara de una caja china. Quizás hoy se haya perdido esta tradición de transmitir con la voz las peripecias, las aventuras de una historia. Pero tenemos el papel, y desde sus páginas el narrador, en la voz que elija, se convierte en Sherezade para transmitirnos el encanto de sus personajes, o los distintos escenarios desde donde surgen las historias.
El escritor usa las palabras para mostrar las aflicciones, sinsabores alegrías o temores de sus personajes y los lectores vibramos junto a esos personajes poniéndonos en su piel. Se crea así un espacio mágico, íntimo en donde participamos de todos los acontecimientos dejando volar la imaginación que es uno de los dones más ricos que tiene el ser humano. Atravesamos ciudades, pantanos, nos metemos en senderos boscosos, sufrimos de frío o hambre reímos lloramos junto a los personajes y no los olvidamos. Pueden pasar años pero siempre quedarán en nuestra memoria. ¿Quién podría olvidar a Ana karenina? ¿O a Rebeca esa mujer inolvidable cuya historia transcurre en Manderley?
Son los personajes por medio de sus palabras y sus acciones los que contienen la suficiente magia y misterio los que nos abrirán la puerta a las verdades o a descubrirlas por intermedio de ellas. Son verdaderos generadores de sentimientos tristes adversos, malos, buenos.
Siempre habrá un imaginario colectivo y son los escritores con su intuición o la manera profunda de observar los acontecimientos los que nos transmitirán los grandes temas universales, los caracteres mejor logrados la trama más interesante de una manera fiel.

Una novela está hecha de hilos invisibles que se van entretejiendo para crear conflictos, acciones, la trama o los argumentos secundarios. Es el ritmo y la curiosidad de saber qué es lo que pasará luego, lo que determina la tensión de sus capítulos. ¿Se imaginan a la pobre Sherezade a la que le iba la cabeza si no lograba llamar la atención del sultán? Tuvo que usar de todo su ingenio y narrar las más atrevidas intrigas para despertar el interés y no ser decapitada.
Así como el pintor plasma en un cuadro una pincelada de vida, el escritor lo hace a través de la novela y ambos sienten la necesidad de volcarlo con la mayor libertad para transmitir lo que sienten mediante su arte. Y no estoy diciendo que la forma que se le da a la novela no sea importante sino que opino que lo más importante es la investidura de realidad que se desprenda de sus páginas Es decir que cómo la escriba pertenece sólo a su autor, quien no tendrá límites a sus posibles experimentos a la hora de escribir.
La idea es la inspiración y la inspiración es el despertar de una clarividencia dormida que tenemos en nuestro inconsciente. Por eso es una equivocación pensar que el escritor debe escribir sólo sobre una experiencia vivida. Nada más alejado de la realidad. No digo que una experiencia no pueda convertirse en una novela pero a partir de ahí la experiencia vivida por un escritor puede ser una imagen que ha visto como una escena en la calle en una vidriera, en un cuadro, en tan solo una frase. Es como una especie de revelación. Luego puede venir una potente imaginación y construir una sólida historia. Una especie de flash mental o visual, no importa, que luego convertirá en una imagen concreta para contar una realidad que pasa dentro de su novela. Eso bastará para constituir una experiencia.
A veces una noticia, de un país exótico, puede inspirarnos para escribir una novela. Sobre todo si las costumbres de sus habitantes son diferentes a las nuestras, e incomprensibles desde el punto de vista humano, social. No olvidemos que muchas veces el escritor tiene la virtud de adivinar lo que no está en la superficie. Son verdaderos adelantados del futuro, son aquellos escritores premonitores. Pero no hay ninguno de ellos que no sea un férreo observador y de ahí su clarividencia. Saben captar en un segundo, lo que les rodea. Dones que se convierten en la experiencia necesaria para escribir. O un pequeño acontecimiento que nos dispare para escribir una buena historia.
Una novela es una cosa viva, toda una y continua, como cualquier otro organismo, y en proporción a cómo vive y en cada una de las partes hay algo de cada una de las demás partes. Cuando uno habla de novela, se habla de incidentes, y los términos pueden transponerse a voluntad. ¿Qué es incidente, sino la ilustración de un personaje? ¿Qué es un cuadro o qué es una novela que no es de personaje? ¿Qué otra cosa buscamos y encontramos en ella? El arte es una transmisión emocional una catarsis, lo mismo que pasa con la pintura, sucede con lo literario. Leemos un libro y no nos agrada, pero ese mismo libro ha vendido millones de copias en todo el mundo….y a usted no hay nada que lo obligue a disfrutar de su lectura si no le ha llegado emocionalmente.

Muchas veces cuando se sienta frente al ordenador tiene la sensación de sentirse desnudo, como si la página lo observara de una manera socarrona y le dijera- ¡Aja! Veamos ahora que eres capaz de hacer. Más, mucho más que la inseguridad que a usted puede embargarlo, es el derroche inútil de la ansiedad. Sin embargo cuando lo pensamos en profundidad, llegamos a la conclusión de que el escritor que no está cumpliendo como un periodista de tiempo completo ninguna función obligatoria, debería relajarse y tomarse todo el tiempo para pensar en su obra como un verdadero acto placentero. A veces, el escritor se enfrenta a su propio interior o teme meterse dentro de un agujero al que le será imposible salir. Otras veces sucede que en realidad no sabe cómo empezar, porque no sabe qué es lo que va a contar en concreto. Y es precisamente esta situación, lo que lo lleva a desarrollar una muy temible ansiedad.
El proceso de la escritura comienza por moldear mentalmente la idea, luego la historia con sus personajes, el principio y el final. Si nuestra historia o teoría estuviera madura, pues la hemos pensado día tras día, lo que nos queda es una especie de vómito literario cuando nos sentamos frente a la página. Mucho se ha dicho sobre el bloqueo del escritor frente a la página en blanco. No creo, en mi opinión, que sea una buena idea sentarse a esperar que surjan las palabras y que uno empiece a garabatear para ir encadenándolas. Un error que le puede costar caro. Es algo así como sentarse en una estación a esperar un tren sin tener la menor idea de cuál es la hora de su arribo. Eso lo dejamos para los escribientes no para un escritor que pretenda profesionalizarse. El asunto es hacerlo con método, una de las formas que utilizamos para perder la sensación de inseguridad. Otra es leer, porque sólo con la buena lectura podrá inspirarse. El escritor responsable es aquél que investiga todo lo que más puede sobre los hechos históricos, filosóficos psicológicos o mitológicos que va a narrar y luego le da la mejor forma para que el escrito denote calidad literaria.
A la hora de escribir debemos sincerarnos ¿Para qué escribimos? De la respuesta dependerá su escrito. Puede ser porque sienta que se libera de un viejo conflicto y hace una catarsis; o puede que la pasión por escribir –no interesa tus conflictos o la historia-sea el principal núcleo de su existencia. Pero siempre cualquiera que sea la causa inconsciente de que se valga el escritor debe de ser un acto totalmente placentero y por sobre todas las cosas vocacional. Sólo por el enorme placer de escribir y sin hacerse a la idea fija de que con su escrito se le abrirán las puertas de la fama y ganará millones de euros, como los consagrados. Ellos, hicieron un camino, un largo camino de entrega, dando lo mejor de sí mismos para volcarlo luego en el papel. Así de ésta forma al despojarnos de estos pensamientos obsesivos, podremos expresarnos con la verdad y soltura que necesita toda gran obra literaria.

La pereza es el peor enemigo de un escritor. Ningún pastel se cocina sin una receta y sin esfuerzo. Algunos piensan que el arte no tiene reglas, pero esta es una verdad a medias. Flaubert demoró 5 años para terminar su Madame Bovary y no porque no tuviera tiempo, sino porque cada página era un universo inacabado, cada palabra un mundo. Buscaba la perfección, los vocablos más ajustados más significativos, la frase más armónica, el ritmo la musicalidad y por supuesto la estructura dramática. Y así todos los grandes escritores. Existen mil formas distintas de decir las cosas, se puede narrar, describir, dialogar, argumentar… lo importante es utilizar la técnica adecuada para aquello que cada uno quiere expresar.

EL PRINCIPIO EN LA NOVELA

Un comienzo sin tensión o sin expectativa no generará curiosidad en el lector. En «Otra vuelta de tuerca»  el gran escritor  Henry James  nos va despertando nuestro interés y  curiosidad  para avanzar:

«La historia nos había mantenido alrededor del fuego lo suficientemente expectantes, pero fuera del innecesario comentario de que era horripilante, como debía serlo por fuerza todo relato que se narrara en vísperas de navidad en una casa antigua, no recuerdo que produjera comentario alguno aparte del que hizo alguien para poner de relieve que era el único caso que conocía en que la visión la hubiese tenido un niño. 

Se trataba, debo mencionarlo, de una aparición que tuvo lugar en una casa tan antigua como aquella en que nos reuníamos: una aparición monstruosa a un niño que dormía en una habitación con su madre, a quien despertó aquél presa del terror; pero al despertarla no se desvaneció su miedo, pues también la madre había tenido la misma visión que atemorizó al niño. Aquella observación provocó una respuesta de Douglas —no de inmediato, sino más tarde, en el curso de la velada—, una respuesta que tuvo las interesantes consecuencias que voy a reseñar. Alguien relató luego una historia, no especialmente brillante, que él, según pude darme cuenta, no escuchó. Eso me hizo sospechar que tenía algo que mostrarnos y que lo único que debíamos hacer era esperar. Y, en efecto, esperamos hasta dos noches después; pero ya en esa misma sesión, antes de despedirnos, nos anticipó algo de lo que tenía en la mente.

   —Estoy absolutamente de acuerdo en lo tocante al fantasma del que habla Griffin, o lo que haya sido, el cual, por aparecerse primero al niño, muestra una característica especial. Pero no es el primer caso que conozco en que se involucre a un niño. Si el niño produce el efecto de otra vuelta de tuerca, ¿qué me dirían ustedes de dos niños? »

Aunque es probable que nadie que lea este comienzo pueda resistirse a la lectura completa de la novela, también he de decir que no siempre un buen principio llega a un buen desarrollo o a la elaboración de un buen final. No es el caso de Otra vuelta de tuerca.

La novela de Henry James desparrama de principio al fin  la suficiente ambigüedad literaria, como para detenernos y releer para disipar las dudas que en apariencia (Y de ahí lo genial de la escritura del escritor) nos confunde. Esta sensación de confusión que nos va embargando mientras leemos es la que nos trasmiten los personajes de la novela. ¿Quién se confunde, ellos o el lector?

Si se analiza el principio de las novelas de grandes escritores se apreciará que en su mayoría, se nos despierta una gran curiosidad necesaria para seguir leyendo. En lolita la obra cumbre de Vladimir Nabokov el comienzo es muy sugerente :

«Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo.Li.Ta.
Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita.»
Como podemos apreciar en el expresivo comienzo de Lolita no se nos explica, sino que muestra de forma magistral las emociones. La gran pluma de Nabokov nos va introduciendo en la trama de la novela, para contarnos la historia de un profesor cuarentón enamorado de una adolescente. De entrada nos mete en una verdadera vorágine de pasiones y ardores que el protagonista siente por la niña.

«…¿Tuvo Lolita una precursora? Por cierto que la tuvo. En verdad, Lolita no pudo existir para mí si un verano no hubiese amado a otra… «En un principado junto al mar.» ¿Cuándo? Tantos años antes de que naciera Lolita como tenía yo ese verano. Siempre puede uno contar con un asesino para una prosa fantástica.
Señoras y señores del jurado, la prueba número uno es lo que envidiaron los serafines de Poe, los errados, simples serafines de nobles alas. Mirad esta maraña de espinas… »
Después de leer este párrafo sabemos que nos espera además de la pasión por la niña un asesino y un jurado y ¿Quien puede resistirse a la lectura de semejante texto?

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