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EL EXTRANJERO Albert Camus

Una obra imperdible que nos habla de la soledad que habita en nosotros

Enrique Anderson Imbert

strong>Espiral

Enrique Anderson Imbert

En El gato de Cheshire.

 

Regresé a casa en la madrugada, cayéndome de sueño. Al entrar, todo obscuro. Para no despertar a nadie avancé de puntillas y llegué a la escalera de caracol que conducía a mi cuarto. Apenas puse el pie en el primer escalón dudé de si ésa era mi casa o una casa idéntica a la mía. Y mientras subía temí que otro muchacho, igual a mí, estuviera durmiendo en mi cuarto y acaso soñándome en el acto mismo de subir por la escalera de caracol. Di la última vuelta, abrí la puerta y allí estaba él, o yo, todo iluminado de Luna, sentado en la cama, con los ojos bien abiertos. Nos quedamos un instante mirándonos de hito en hito. Nos sonreímos. Sentí que la sonrisa de él era la que también me pesaba en la boca: como en un espejo, uno de los dos era falaz. «¿Quién sueña con quién?», exclamó uno de nosotros, o quizá ambos simultáneamente. En ese momento oímos ruidos de pasos en la escalera de caracol: de un salto nos metimos uno en otro y así fundidos nos pusimos a soñar al que venía subiendo, que era yo otra vez.

EL GENIO DE LA LECTURA

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Muchos padres repiten orgullosos que sus niños además de las clases del cole aprenden inglés, asisten a un curso para reforzar las matemáticas, van a piscina, juegan al fútbol, o practican cualquier otro deporte. Estos niños están tan ocupados que no tienen ni tiempo para respirar, y cuando terminan con todas esas tareas lo único que ven es la almohada. También he escuchado que algunos padres lo celebran. Cuestión de gusto. Quizás por una de estas razones no se les haya despertado nunca el interés por el ocio creativo.Rara vez han entrado a un museo para familiarizarse con las bellísimas pinturas que cuelgan de sus paredes. «Es muy chica no sabrá apreciar el arte». También es una cuestión de gusto. Sin embargo no hay edades para disfrutar la sincronía de una danza o el sonido de una maravillosa sinfonía. Aunque lo que sí puede suceder, es que a esas edades, tal vez no se aprecien las diferencias entre el arte y lo que no lo es, pero se puede aprender desde temprano. Me dirán que los chicos leen todo el tiempo, en el cole, en el ordenador, libros de lectura, etc. ¿Y alguna historia que tenga principio nudo y final? ¿Algo que te sumerja en un mar de fantasías? Hoy lo que se lleva es lo concreto lo palpable, la informática, la matemática, las ecuaciones.

Cuando tenía 6 años miraba los libros con indiferencia. Un año más tarde, mi padre comenzó a inventarnos a mis 3 hermanas y a mí, historias fascinantes que nos sumergían en mundos mágicos. Lo escuchábamos con mucha atención y disfrutábamos a medida que lo iba contando. Nos inventamos un juego que consistía en hacer un concurso de historias en donde ―según las reglas―teníamos que superar las historias que escuchábamos. Hubo premios que consistían en un una ida al parque de diversiones o al circo para el ganador (con el resto de la familia por supuesto). El día que el repertorio de invenciones se me había terminado, mi padre me tomó de la mano y me llevó a la vastísima biblioteca que había en mi casa. «Las páginas de estos libros contienen todas las vivencias del Universo y dentro de ellas habitan muchos secretos» ―me dijo. Esas palabras fueron mágicas; me impulsaron a leer; había conseguido despertar la suficiente curiosidad para que pudiera descubrir los secretos del mundo que había dentro de los libros. Mi primera lectura fue «Las mil y una noche» Quedé fascinada con la historia de Sheresade y todas sus entresijos laberínticos contados al sultán para evitar que la matara. Luego vinieron los libros de Verne, Salgari, Alcott, Poe, Stevenson Stoker, ‎Shelley, Dumas La lista es interminable. A mis 15 años me interesé por la filosofía. Leía cuanto filósofo encontraba por ahí. Se había creado entre todos esos grandes escritores y yo una verdadera catarsis. Ya no pude parar. Y lo digo literalmente, porque aún hoy, aunque es mi gran pasión escribir, leo mucho más que escribo.
Mis hermanas en sus ratos libres se dedicaron a la pintura y a la música y yo me incliné por la literatura. Fuimos independientes y autónomas. Todas inventamos de manera creativa nuestro trabajo. Todas hicimos ocio creativo para convertirlo luego en arte.
Sin embargo bajo ninguna circunstancia hay que perseguir a un niño para que lea pues le aseguro que hará el efecto contrario. Y si el niño cierra un libro porque le resulta aburrido será su gusto y elección, tampoco hay que obligarlo a que lo termine. Hoy la práctica de la lectura parece haber cambiado. Por supuesto que siempre habrá lectores interesados en leer y otros a los que la lectura de un libro le resulte indiferente. ¿Qué libros leen los niños en el cole? De su respuesta saldrán alguno de los motivos que hoy tenemos para que los niños no lean. Los programas de educación están obligados a la lectura de ciertos libros que son desde aburridos hasta poco interesantes y personalmente no creo que su lectura incentiven ninguna curiosidad por leer. No se les pasa por la cabeza cambiar los programas de estudio caducos. ¿Por qué no darle a leer a niños de 15 años por ejemplo «El mundo de Sofía? de Jostein Gaarder, en donde se narra la historia de su protagonista, una niña de 14 años que despierta a los grandes cuestiones filosóficas y metafísicas. Narrada con un estilo sencillo las respuestas son claras y fácilmente entendibles. Es un libro maravilloso.
Los videojuegos programan a los chicos para la destreza reduciéndolos a ganadores y perdedores, es decir, a un continuo combate; pero cada vez más, se alejan de construir un mundo propio. Por el contrario lo que se les afirma es la no creatividad, el individualismo a rajatabla y a una lucha feroz por alcanzar la meta sea cual fuere. No les enseñan a pensar. Es lamentable pues ellos son el futuro.
¿Por qué comenzar con la lectura?
Si a un niño no se lo incentiva en la lectura, será solo una parte del rebaño peleando por un espacio para llegar a la más feroz de las competencias.
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